miércoles, 26 de enero de 2011

Colonia (Uruguay) 1995



07-01-95


Charles Manson afila su vista en los barrotes de la cárcel cada vez que escucha Helter Skelter, mientras planea un nuevo desayuno de víctimas. Lo imagino en una ciudad donde no hay víctimas y sus pobladores sueñan con serlo.
En Colonia del Sacramento, todo se ve como si estuviera debajo del agua.
A su historia se la conoce a través del silencio, en las espinas piratas enterradas donde las barrancas forman los músculos de una futura ciudad en ruinas.
Son las doce del mediodía. Mi memoria empieza a fallar.
Un ardor en mis piernas y en la espalda origina ramas de locura en las vértebras más sensibles. Un árbol tridimensional que ocupa todo mi cuerpo.
Según los parroquianos, la ciudad es con frecuencia, visitada por ángeles asesinos que entierran lo que acaban en los jardines. Los jardines tienen un resplandor como de seda.
Carcajón propone un zigzag en mi literatura. Kudo bebe almíbar en una copa larga. Siento mis manos como de plástico, con una figura de carne moviéndose en ellas.
Carcajón escribe cosas en su ácido máximo, aunque siempre termine atrapado por los dibujos del aire.
Pongo un wah wah en mis ojos y disfruto de su imagen.
Recuerdos de vidas acuáticas y manos impresas en la pared más lejana de mi cráneo.
En Buenos Aires, voy a llevar mi cabeza al luthier. Debo calibrarla y aceitar un poco las junturas craneales.
Mi luthier es bueno. Su mano trabaja como la de un dios estándar al que le faltan las dos piernas.
Como en las estampitas.


08-01-95


En un Land Rover a prueba de balas, partimos hacia la ciudad vieja.
La zona derecha del mundo es un plano de aguas plateadas con un sol color miel. El resto se deforma de acuerdo a sus leyes.
En el punto elegido, la ciudad es sitiada por nuestros ademanes de hierba.
Colonia es la abuela buena que nos consiente en lo que queremos ver.
Casas amasadas por manos portuguesas y españolas explican el porqué de los calendarios.
Uno de los pasajes se llama “Calle de los suspiros”
La posible historia de amor entre un contrabandista de sombrero y capa negros, y la puta mas hermosa, de vestido equilibrado con ramilletes de ojos rojos clavados en el escote.
Al regresar, una convulsión de agua y comida. El miedo se instala en el jardín. Asomarse implica ser tocado por algo.
Un candelabro de tres velas ilumina la mesa. Los chicos juegan en un tablero con la cara de Karadagián. ¡Chicho de Catanzaro te aplica un micropunto y vuelve tu cabeza al punto de partida!
Una sensación de embrión me lleva a recoger los pies y tratar de comunicarlo.
Carcajón insiste en clavarme una birome en la espalda.
Luego, una amable conversación sobre la situación palestina y el gólgota de las enfermedades.


09-01-95


La playa del Baigún es mágica. Árboles que ríen, aguas antisuicidas, pan en vez de arena y los insectos mejor diseñados del mundo. Gente intentando sus últimas corridas, entrenando para morir de miedo en la ciudad.
Mis piernas presentan sus credenciales a la mente, probando lo imposible que es moverse.
Sucede entonces una atmósfera verde y rosada. Los colores son en el aire.
Del fuego a la miel. Un sol negro de bordes dorados, un árbol ya humeante, mis pies y la redención del agua.
La noche es el paladar que me falta. Trago saliva y voy hacia un muelle sin base.

Un vecino nos advierte sobre unos tupamaros liquidados en esta casa, donde también desapareció un farmacéutico en forma extraña. El terror es un espiral girando lentamente.
El colchón pasa a ser un acertijo macabro.



No hay comentarios:

Publicar un comentario