martes, 8 de febrero de 2011

Bariloche. 1997




12/01: Bariloche City.


Hotel El Mirador. El secreto de los altillos.
Siempre las ramas macabras raspando los vidrios de los hoteles. Como en los hospitales.
Techo de altillo a dos aguas. Grietas donde se supone se filtran las luces de la luna o la sombra de la noche en polvo (cuando no hay luna)
Anochecer de un día de hermosos ojos hardcore de dulce mochilera y una notable cena con mi amigo Manuel, en Bariloche City.



13/01


Una chica dark pasea lo frito de sus ojos por el vidrio de la cerveza y nos calma la sed.
El sol cae entre  sus dientes finos y una sonrisa dura.

“Sus piedras liman las patas del diablo”. Dicen los parroquianos, del lago Nahuel Huapi.
Todas las noches, adolescentes sordos señalan las piedras por donde ha de pasar el diablo.
Nada que temer ni llamar por si acaso.
Las puertas de piedra en Huapi, están manchadas con leche de loba en su primer intento de parir su lobo.
“Todas las tardes, los perros se reúnen aquí, para mear la puerta de las piedras” comenta una chica con manos de sarna y nos da su dirección y sus deseos de freírnos en su cama por unos pocos pesos.

Todo es en blanco y negro.
Menos sus uñas pintadas.
Todos se fijan en ella en la calle 6.



14/01: Pampa Linda


Mochila cargada de pulmones y bolsas con sangre fresca en cada comienzo de subida en la picada.
Ríos frescos. El sentido infernal del fuego. No Shakespeare que vio como quemaban las aldeas y le dio un sentido mas pálido y oscuro.
El diablo trepa la hoguera. Lento, pequeño. Hilos bien puestos por otro diablo más grande en el rostro.
Hoguera agua en olla arroz a punto de hervir. La noche destruye tábanos y el arroz se convierte en el alimento del mundo.



15/01


Mallín chileno. Picada. Lajas. Pedregullo. Cóndor. Paso del diablo. Glaciar. Refugio. La lengua del glaciar. Barro con sangre en el mallín. El filo de las lajas. Felipe es dios. Pedregullo picante que estimula los nervios. Muerte en el Paso del diablo. Grietas en la lengua del glaciar.
Refugio Viejo. Cañaverales. Bosque desde arriba. Flash.



18/01: Refugio Villa Horrible


Siete mil aves dentro del refugio. Tuvimos que sacarlas una por una.
Siete mil veces, menos dos que dejamos para la cena.
Son aves lindas y muy ricas. La franelita del pecho hace cosquillas en el paladar.
El carbón rojo en la salamandra. Parece el diablo mismo durmiendo una siesta.
Lo despertamos, y bebemos un té de camaradería.
En este refugio, digno de algún beatnik, las horas se marcan en la madera y el paisaje bebe de la luz.
Bebe con nosotros algo así como un té medicinal.
Si en una época, la muerte era una hermosa gimnasta, o un nadador que se iba diluyendo en las calientes aguas de una pileta olímpica, hoy es carbón que hechiza desde el fuego de una salamandra.

Lluvia y la deriva de n bosque. La masa de flores y dios es un hueco en la nariz.
Fiebre. Y la salamandra que come de lo poco conocido que hay en mi mente.



19/01


El manchón de aceite en una de las tetas del mundo, equivale a decir: nieve bajando hacia el vientre del cerro Ñireco.
Desde la zona mas ridícula de este bosque, veo lamer de esa leche a los cóndores.
Ese ácido blanco que quiebra los ojos andinos del Ñireco.
No hay animales esta noche, ni carroña para armar. Pocas ramas secas.
Todo se rebana.
Lo que se puede parar o convencer, se rebana. Fetas, entonces, caen al río.
Todo se mezcla por aquí, las ideas y el agua con fetas de algo. Siempre fetas en este río imán. No se pudren las cosas sin un imán. Y cortar en rodajas lo ya visto, es no pudrir.
Un imán y una rebanada de lo espeso, es la memoria.

Deberíamos atraer los paisajes con los ojos. Sentado en la tierra, el bosque me rebana, hasta parecer posible que sea cierto. Después, encenderé la salamandra con pocas ramas y soldaré los rastros en un bosque tonto que abre sus piernas y quema.
Verde crisis en la morocha y sus labios de PVC.
Luego de su imagen, solo palabras mal escritas.

Cae el sol. Un cazabobos indio a la espera.
Encender la salamandra y esperarla por partes.

El sonido del agua en el frote con las piedras o el roce del fuego en planchas de acero.
El Ñireco y su manteca derretida hasta las rodillas. Verrugas verdes manchan desde la rodilla hasta el pie.
El pie de los cerros no es otra cosa que indios muertos, el olor del río como la duda de la reacción de los indios en las patas de un cerro.
Un pájaro azul anidará en el hielo mental de un cerro deprimido.
Después, los indios queman arbustos y ven hasta un tipo escribiendo que da sus huesos contra las piedras.



22/01: Lago Gutiérrez


En la otra punta del árbol, un halcón choca y repite movidas de aturdido contra las ramas.
Ella se pintaba los labios de negro y exceso de rubor.
Primero, sus gestos de amor desde los huesos hacia el espejo.
El resto, marcados con agua el verde del párpado. Los azules de las pestañas hacia mí.
Siempre salió del espejo y repitió la movida del halcón hasta quedarse.



23/01


Televisor de micro. El negro recuerda como muere su negra de un balazo, tantas veces como se lo propone.
Afuera, baja el pulso de las cosas.
Los colores son como puestos al rojo vivo sobre una plancha caliente y bajo un sol muerto.
Un rutinario atardecer de fábula, en el Chocón





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